Friday, December 24, 2010

Travesía a Isla Gorriti


Tiempo atrás, charlando con Juan van Peborgh, surgió la posibilidad de cruzar desde la península de Punta del Este a la isla Gorriti (a nado, obviamente). La idea, que al principio tomamos en broma, fue tomando cuerpo. Fijamos fecha tentativa para el 19 de diciembre, y empezamos a considerar las cuestiones logísticas y administrativas que podían surgir.

En primer término, ¿era necesario obtener autorización de la Prefectura local? Luego de mucho debate, decidimos ser prudentes y responsables y hacer la gestión pertinente. Más allá de algún requisito (hacer la travesía de mañana, acompañados por una embarcación con VHF) la aprobación fue otorgada.

Juan se encargó (¡también!) de gestionar la embarcación. Luego de algunas peripecias y plantones de último momento, nos hicimos los servicios de un gomón que nos acompañaría durante el trayecto.

Durante este proceso se sumó al grupo el Inefable Rodrigo “Ropo” Giménez Zapiola, quien estaría en las inmediaciones en la fecha; ya sobre la hora también se incorporó Jaime Pereyra Iraola, eximio corredor y ciclista, sin mucha experiencia formal en el agua pero con un estado físico y aguante a prueba de balas. Quedó así conformada la expedición “Destino Gorriti 2010”.

Algunas mediciones en Google Earth arrojaron que las distancias entre la península y distintas partes de la isla varían entre los 1.8 y los 3 km. Como corresponde tomamos la distancia más larga (desde la Parada 1 de la Mansa hasta la Punta Norte de la isla). El domingo 19, entre pronósticos de lluvias, tormentas y demás catástrofes meteorológicas, nos concentramos en la playa. El día lucía bastante apacible, aunque amenazadoramente nublado, y el mar lucía como una amable pileta.

Juan y Ropo llevaron trajes de neoprene; Jaime y yo nos conformamos con unas remeras de surf, cuyo principal cometido sería evitar los roces con las aguavivas que abundan por la zona.

Ante la sorprendida mirada de los escasos veraneantes presentes en el lugar, y la despedida de algunos familiares entusiastas, emprendimos la marcha. Arrancamos todos juntos, custodiados de cerca por el gomón, aunque al rato Juan, que evidentemente estaba muy inspirado, se alejó del grupo a gran velocidad.

La primer parte del trayecto transcurrió sin novedad, más allá de algún contacto ocasional con las aguavivas (tocar una aguaviva con la mano no es una experiencia demasiado agradable, pero no es grave, más allá del inevitable sobresalto). Superada la mitad del recorrido, se levantó viento de tierra y el mar se encrespó. Las olas complicaron bastante las cosas, sobre todo para los que somos nadadores de pileta, no acostumbrados a quedar con las piernas o los brazos pataleando o manoteando en el aire. La visibilidad se perdió por completo, al menos a ras del agua… Juan, que venía adelante pero con ganas de esperarnos para llegar juntos, hubo de proseguir la marcha por su lado, pues aguardar en medio del oleaje era muy incómodo. Yo proseguí con mi hábito –inaugurado en la Travesía de Malvín, en Montevideo- de tragar cantidades industriales de agua salada; al rato uno se acostumbra…

De las charlas posteriores surgió que todos teníamos los mismos temores, cuidadosamente disimulados… no estábamos preocupados por ahogarnos, o pasar un mal rato por cansancio, calambre, etc. La distancia hasta la isla es razonable, similar a la de un día de entrenamiento intensivo, y todos estamos bien entrenados (nuevamente, y de parte de Juan, Ropo y yo, vaya un agradecimiento al coach Diego). No, ese no era el temor. Por lo bajo todos imaginábamos la aparición intempestiva de una tonina, un lobo marino, una merluza, una corvina, un tiburón blanco, un calamar, una orca, una ballena (todos estos animales con presencia frecuente en la zona, con la posible excepción de tiburones blancos y orcas). Pues bien, más allá de las mencionadas aguavivas, la fauna marina brilló por su ausencia (por suerte).

Como el día era bastante fulero, no nos cruzamos con ningún barco ni lancha, lo cual aumentó la sensación de soledad que uno siente al nadar en estas circunstancias. Juan lo describió muy acertadamente como “el duelo entre natura y nos”, sin la inoportuna presencia de esquiadores, cruceristas, windsurfistas, "kite-surfistas" y otras molestias por el estilo.

Creo que todos habíamos imaginado que en algún momento del trayecto nos detendríamos a la vera del gomón a descansar un rato, a charlar acerca de la experiencia y a exponer nuestras posiciones sobre la vida y el mundo… ¡pues no! Como dijo Jaime, palo y palo, sin pausa alguna.

Pese a las olas nos fuimos acercando a la isla. El encargado del gomón nos recomendó un desvío, para no aterrizar en una zona de rocas y bastante oleaje. Terminamos llegando a una playa relativamente amable, aunque abundante en piedras aparentemente ordenadas para clavarse en partes sensibles de nuestras alicaídas anatomías… Juan llegó primero (52 minutos, creo), seguido luego por los restantes integrantes, que llegamos juntos en 60 minutos (Ropo y yo nadamos todo el recorrido uno al lado del otro; Jaime tomó una ruta paralela, pero al final nos juntamos).

Habíamos tomado la precaución de embarcar un uruguayísimo equipo de mate en el gomón, y, como no podía ser de otra manera, celebramos el éxito del emprendimiento cebando en la playa. De mi lado, la exigua remera de surf no me protegió del frío (el agua estaba a menor temperatura de lo esperado), así que el matecito vino de perlas. Caminamos un rato por la playita, completamente desierta más allá de un velerito abandonado; parecía que estábamos en la isla de “Lost”…

Minutos después pegamos la vuelta en el gomón. A esa altura el oleaje en la isla había crecido bastante, y pegamos unos cuantos saltos durante el regreso. La Mansa, de todas maneras, estaba en calma y llegamos sin novedad.

Durante la charla posterior Juan nos mencionó que sus abuelos, históricos veraneantes en el Este, le habían contado de mitológicos cruces a la Gorriti en años remotos… pues bien, fue un enorme gusto repetir el periplo, una experiencia fantástica.

Me gustaría creer que en el futuro volveremos a repetir el viaje, quizá en compañía de otros Inefables.

Acompaño algunas fotos y el mapa de Google Earth mostrando la travesía. Quedan pendientes para otra entrega las fotos tomadas en la isla (la máquina respectiva aun está en P. del Este).

¡Hasta la próxima!

Cristóbal de Aldecoa

2 comments:

Sir Arquimedes said...

Hey Cristobal, Hola desde argentina, hace años que quiero hacer esa travesía y siempre me dicen que esta prohibido. Cuando lo organizen, avisenme por mail, asi em sumo a Ustedes. Gracias, Los Saluda cordialmente Pablo S.B.. psb64@hotmail.com

Nico said...

Esta es la primera vez que vengo a Punta del Este y desde que vi la Isla que la quiero cruzar. Cuando vuelva para La Plata (Argentina) me voy a estar entrenando para algun dia (muy cercano) volver y hacer el cruce a nado. Manana mismo salgo a preguntar por todos lados como poder hacerlo. Les dejo mi mail: neton_12@hotmail.com